martes, octubre 23, 2007

LAMENTO POR LA MUERTE DE LA REINA MARIA ANTONIETA

El gran político teórico, filósofo y escritor Irlandés y Católico Romano, Edmund Burke, crítico franco y directo de la salvajada que fue la Revolución Francesa y que anunció en 1790, que dicho movimiento sería un desastre para Francia y el mundo, no equivocándose para nada en el espantoso y nefando resultado, al enterarse de la muerte, o mejor dicho, del infame asesinato de la Reina de Francia, María Antonieta, expresó este conmovedor lamento que ha quedado como un clásico entre los discursos de los grandes hombres de la historia.

Octubre de 1793
“Hará dieciséis o diecisiete años que vi por primera vez a la Reina de Francia, en ese entonces la joven esposa del todavía Delfín, en Versalles y con toda seguridad no había una luz igual en este mundo, que ella parecía no tocar, era una encantadora visión.

La ví justo sobre el horizonte, adornando y alegrando la elevada esfera dentro de la que ella empezaba a moverse, resplandeciente como la estrella de la mañana llena de vida, esplendor y alegría.

¡Ay, dolor, que revolución!

¡Y qué corazón debo tener yo para contemplar sin emoción la elevación y esa caída! ¡Nunca soñé que yo, cuando ella recibía más y más títulos de veneración a aquellos del amor entusiasta, distante y respetuoso que ella estaba obligada por siempre a llevar, el agudo antídoto contra la desgracia escondida en ese pecho, nunca soñé que yo viviría para ver que tal tipo de desastres cayera sobre ella y sobre esa nación de hombres galantes, una nación de hombres de honor y caballeros!
Creí que diez mil espadas habrían sido desenfundadas para vengar la mínima mirada que la amenazara con un ligero insulto.
Pero la era de la caballería se ha ido; la de los sofistas, la de los economistas y la de los contadores ha triunfado y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre.
¡Nunca, nunca más, volveremos a ver esa generosa lealtad al rango y al género, la orgullosa sumisión que dignificaba la obediencia, la subordinación del corazón, que mantuvo viva, aún en la misma servidumbre, el espíritu de una exaltada libertad!
La valiosa gracia de la vida, la entregada defensa de las naciones, la alimentación de sentimientos de hombría y de la empresa heroica se han ido.
Se han ido para siempre, la sensibilidad de los principios, la castidad del honor, que sentía una mancha como si fuera una herida, que inspiraba valor mientras mitigaba la ferocidad, que ennoblecía todo lo que tocaba y bajo la cual el vicio mismo perdía la mitad de su maldad, al perder su vulgaridad".

Y como en aquel entonces, continúa teniendo toda la razón.


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viernes, octubre 19, 2007

156 ANIVERSARIO LUCTUOSO DE MADAME ROYALE


"¿A qué te compararé? ¿A qué te haré semejante, oh hija de Jerusalén? ¿A qué te haré igual a fin de consolarte, oh virgen hija de Sion? Porque grande como el mar es tu quebranto. ¿Quién te podrá sanar? "
Cui conparabo te vel cui adsimilabo te filia Hierusalem cui exaequabo te et consolabor te virgo filia Sion magna enim velut mare contritio tua quis medebitur tui " .-LAM. 2: 2-13
Hoy 19 de octubre, conmemoramos el 156 aniversario luctuoso de Madame Royale, María Teresa Carlota Bourbon y Habsburgo-Lorena, (Marie Therese Charlotte) hija primogénita del Rey Luis XVI y la Reina María Antonieta y hermana mayor de nuestro Sol Robado, Luis Carlos.
Ella fue la única sobreviviente de la Familia Real Francesa, ya que el Rey, la Reina, su tía y Luis Carlos, que estaban prisioneros en El Temple, perecieron a manos del gobierno de los Acelerados revolucionarios Franceses.
Esta princesa de la Casa de Francia pasó tan enormes como inmerecidos sufrimientos tanto o peor que su madre. Gracias a las ideas de la "Iluminación" o "Ilustración" que en realidad fue salvajismo, crueldad y misoginia por parte de los "defensores de los derechos del hombre y del ciudadano". Una caterva de bestias sanguinarias.
Murió sin hijos y viuda de su primo Luis Antonio de Borbón, hijo primogénito del Conde de Artois (Carlos X) . Ella llegó a ser Reina de Francia por haber portado su esposo el título de Rey Luis XIX, por veinte minutos.
Falleció de pulmonía a la edad de 72 años. Tres días después del 58 aniversario del asesinato de su madre, la Reina María Antonieta.- Su sepulcro se encuentra en el monasterio Franciscano de Kostnjevica, en Eslovenia junto al de su tio Carlos X, su esposo y su sobrino el Conde de Chambord, que fue el último de la rama mayor de los Borbón Franceses.
En su testamento ella escribió:
“Mi gratitud a todos los Franceses que continuaron leales a mi familia y a mí, por las pruebas de devoción que nos dieron y por los sufrimientos que pasaron por nosotros. Ruego a Dios que colme de bendiciones a Francia a la que siempre amé, aun en la hora de mis más amargas aflicciones”.
El recuento de su vida lo comenzaremos en diciembre 19, que es la fecha de su nacimiento.

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jueves, octubre 18, 2007

EL ADIOS DE LA REINA MARIA ANTONIETA DE FRANCIA


EL ADIOS DE MARIA ANTONIETA A SUS HIJOS: LUIS CARLOS Y MARIA TERESA CARLOTA

Escrito en una hoja de su libro de oraciones fue encontrada esta conmovedora y desgarradora despedida de la Reina de Francia, María Antonieta, a sus menores hijos, el Rey Luis XVII y la Princesa Madame Royale.

16 de octubre a las 4 horas y media de la mañana.
¡Ay, que Dios Mio, tenga piedad de mí!
Mis ojos ya no tienen más lágrimas
Para llorar por ustedes mis pobres hijos,
Adiós, adiós
Maria Antonieta"

Y abajo reproducimos la carta que la Reina escribió precisamente a su llegada a su celda en la prisión de La Conciergierie, inmediatamente después de haber sido condenada a muerte por la caterva de asesinos y bestias que componían la Convention Nationale y la pantomima del sucio “tribunal” revolucionario.


Como ustedes habrán adivinado, esta carta no llegó jamás a las manos de Madame Elisabeth, una mujer de vida y comportamientos de gran santidad, hermana del Rey Luis XVI.-


A ella, a la que la Reina María Antonieta le confiaba el cuidado de sus hijos, también la condenó a muerte esa asquerosa caterva de pervertidos sanguinarios, por el “testimonio” arrancado a Luis Carlos.


TESTAMENTO DE MARIA ANTONIETA

Carta dirigida a Madame Elisabeth


16 de octubre a las 4 horas y media de la mañana


"Es a usted, hermana mía, que yo escribo por la última vez. Acabo de ser condenada, no exactamente a una muerte honrosa, si no a la de los criminales, pero tengo el consuelo de que voy a reunirme con vuestro hermano, inocente como él, yo espero mostrar la misma firmeza que él en sus últimos momentos. 

Estoy tranquila porque la conciencia no tiene nada que reprocharnos, tengo un profundo dolor por abandonar a mis pobres hijos, usted sabe que yo no vivo más que para ellos, y usted, mi buena y tierna hermana, usted que por su amistad ha sacrificado todo por estar con nosotros, en qué posición la dejo! 

Me enteré por los alegatos mismos del proceso que mi hija ha sido separada de usted, ¡Dios Mío! A la pobre niña no me atrevo a escribirle, ella no recibiría mi carta, ni siquiera sé si esta le llegará a usted, reciba por medio de ésta, para ellos dos mi bendición. 

Espero que un día, ya que ellos sean grandes, se podrán reunir con usted, y recibir por entero las atenciones de ellos, que ellos piensen en mí y que no deje yo de inspirarles, que los principios y el cumplimiento exacto de sus deberes sean la base fundamental de su vida, que su amistad y su confianza mutua, les sean venturosos, que mi hija sienta que por su edad que tiene, debe ayudar siempre a su hermano por medio de los consejos que la experiencia le habrá dado a ella más que a él y que la amistad entrambos lo puedan inspirar, que mi hijo a su vez, le brinde a su hermana todas las atenciones, los servicios que la amistad pueda inspirar, que ellos sientan que, en cualquier posición en la que se puedan encontrar, les será verdaderamente de buenaventura, que por su unión ellos tomen ejemplo de la nuestra y también de nuestras desgracias, nuestra amistad nos ha dado consuelo, y en la alegría nos ha traído doblemente felicidad cuando uno puede encontrar un amigo y ¿Dónde se pueden encontrar los mejores y lo más queridos que dentro de su propia familia? 

Que mi hijo no olvide jamás las últimas palabras de su padre, que yo le repito expresamente: “Que no busque jamás vengar nuestra muerte”. 

Tengo que mencionarle a usted algo muy doloroso para mi corazón, sé muy bien que este niño le ha causado a usted mucha pena, perdónelo, querida hermana, piense en la edad que él tiene y también lo fácil que es obligar a un niño a decir cosas que no conoce y que ni siquiera comprende, vendrá un día, espero, en que él no tendrá más que corresponderle a usted con todas las recompensas posibles por vuestras bondades y ternuras para ellos. Me queda confiarle a usted mis últimos pensamientos, yo quisiera haber escrito desde el principio del proceso, pero no se me permitía escribir, la marcha ha sido tan rápida que ya no me dio tiempo.


Muero dentro de la Religión Católica, Apostólica y Romana, en la religión de mis padres, en la cual fui educada y que siempre he practicado, no teniendo ningún consuelo espiritual, ni siquiera he buscado si hay aquí sacerdotes de esta religión, a los otros sacerdotes (constitucionales) si hay, no les diré mucho. Pido sinceramente perdón a Dios por todas las faltas que yo haya cometido en mi vida. 

Espero que en Su bondad Él tendrá a bien recibir mis últimos votos, ya que los hago después de mucho tiempo para que Él reciba mi alma en Su misericordia y Su bondad. 

Pido perdón a todos aquellos que conozco, a usted, hermana mía, en particular, por todas las penas que, sin querer, le haya podido causar, perdono a todos mis enemigos el mal que me han hecho. 

Aquí, digo adiós a mis tías y a todos mis hermanos y hermanas, a mis amigos, la idea de estar separada para siempre y sus penas son uno de los más grandes dolores que les doy al morir, que ellos sepan, al menos, que justo hasta mi último momento yo pensaré en ellos.


Adiós, dulce y tierna hermana, espero que esta carta llegue a sus manos! Piense siempre en mi, la abrazo con todo mi corazón al igual que a mis pobres y amados hijos, ¡Dios Mío! Que doloroso es dejarlos para siempre. 

¡Adiós, Adiós! Me voy para ocuparme de mis deberes espirituales, pues como no soy dueña de mis acciones, me acompañará un sacerdote (constitucional) pero yo protesto aquí que no le diré una sola palabra y que lo trataré como a un absoluto extraño”.


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Como podemos intuir, la Reina, con justa razón y con enorme angustia y una gran impotencia sospechaba del enorme peligro que corrían sus hijos y tan sólo al haber atestiguado, la calaña del “tutor” que la caterva bestial le había “asignado” a Luis Carlos para su “educación republicana”, no tenía muchas esperanzas. Sin embargo, ella no fue merecedora de un segundo de piedad para poder siquiera llorar y mucho menos compartirle a alguien sus temores por la vida de sus hijos.


En muy pocas ocasiones en la historia, una mujer con defectos y virtudes propios de una persona promedio, y sin razón fue objeto de un martirio tan grande y sin fin.


Hasta al más sanguinario asesino se le concedía siempre un último deseo. Y ella no tuvo ni eso. El vaso de agua que pidió y le fue negado con una crueldad inconcebible, pero que le fue proporcionado a riesgo de la vida del guardia que desafió a las bestiales “autoridades”, fue el único consuelo que recibió esa mujer antes de ser asesinada.


Doscientos años después, prevalecen las calumnias contra esta mujer cuyo objetivo y deber en la vida fue ser sólo esposa y madre. Todavía hay millones de personas que creen totalmente las mentiras y difamaciones inventadas por los misóginos castrados emocionalmente en contra de una mujer que supo ganarse el amor y el respeto de su esposo y que era una muy devota madre. Esto no lo podían perdonar esos salvajes.


¿Quién iba a imaginar cuando aquella niña de 14 años dejó su casa y su familia para siempre en Viena para nunca más volver y que el pueblo Austriaco la lloraba, iba a tener un final tan espantoso a manos del pueblo por el que dejó al suyo? Su madre, nunca imaginó que la enviaba a una muerte horrenda.


Ante sus bestiales, cobardes y misóginos asesinos, ella dijo: “Era Reina y me quitaron mi corona, era esposa y me quitaron a mi esposo, era madre y me quitaron a mis hijos, sólo me queda mi sangre: ¡Tómenla pero ya no me atormenten más!”

Uno de los más grandes temores que albergaba la Reina era que, después de ser ejecutada, su cuerpo fuera despedazado por la chusma y arrastrado por las calles en triunfo, tal como ella vió lo que le sucedió a su amiga querida la Princesa de Lamballe. No sucedió así.


Luis Carlos nunca se enteró de la muerte de su madre, él siempre creyó que su madre estaba enojada con él.  ¡Pobre niño! Madame Elisabeth se enteró sólo al llegar al cadalso ella misma en mayo de 1794 y Madame Royale días antes de ser liberada dos años después en diciembre de 1795.

Las tumbas de la Reina y del Rey en la Basílica de Saint Denis en Francia, son únicamente simbólicas, pues jamás se pudieron encontrar sus restos, debido al tratamiento de cal viva y la sepultura en fosa común.- Se encontró una liga de medias de mujer y se quiso tomar como restos de la Reina, pero no es, hasta la fecha, una prueba contundente.- Ni siquiera se merecieron un sepulcro.-

Es importante mencionar que el día de la ejecución de la Reina igual que en el día de la ejecución del Rey Luis XVI, hubo una ola de suicidios de la gente de bien que no concebía el fin de su mundo pero que sí comprendía perfectamente que comenzaba el derrumbe de la civilización occidental y no soportaron siquiera la idea de ser testigos de ello.


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martes, octubre 16, 2007

EL INFAME ASESINATO DE LA REINA MARIA ANTONIETA.



Hoy 16 de octubre, se cumplen 214 años del infame asesinato de la Reina María Antonieta de Francia. Uno de los crímenes, mejor dicho de los miles de crímenes, más asquerosos cometidos por esos seres demoníacos llamados revolucionarios. Esto nos confirma que la tan elogiada Revolución Francesa, por tantos y tantos desinformados y por los deformados en sus enseñanzas escolares, no sólo se trataba de hipócritas, desquiciados, vanidosos sino tambien unos pervertidos misóginos.
Enviaron a la guillotina a miles de gentes inocentes, a monjas, damas de edad avanzada porque asistían a misa clandestina, a niños y ancianos inválidos, a personas decentes y trabajadoras que protestaban ante la asquerosa barbarie y la cerrazón de estos infames, sus tumbos en el manejo del gobierno que llevaron a una gran hambruna por la que murieron familias enteras y la guerra contra toda Europa.
Retomamos la narración desde el momento en que la Reina abandona la sala del tribunal donde se ha pronunciado su sentencia: Condena a muerte por medio de la guillotina.
Eran las 4:00 de la mañana del 16 de octubre de 1793. A escasos cinco días de que se cumplieran nueve meses del también injusto asesinato del Rey más virtuoso de Francia, Luis XVI.
Al llegar a su celda en La Concergierie, pide papel y tinta para escribir, se le concede por primera vez una vela para iluminarse en la noche. Ella escribe, como si la guiara una mano divina, un admirable adiós. Dirige la carta a su cuñada, Madame Elisabeth, enviándole sus últimos pensamientos y le confía el cuidado de sus hijos. Una carta que nunca le será entregada a la destinataria.- Dicha carta de despedida fue llamada “Testamento de María Antonieta” la publicaremos después de esta pieza.-
No se le sirve alimento alguno.- Rosalía le pregunta si tiene hambre, la Reina responde que dentro de un rato eso ya no importará, pero Rosalía, sacrifica su ración y se la da a la Reina.- Cuando se aprestan los guardias a sacarla de la celda, ella pide un vaso de agua y le gritan algunos ¡No! con un odio desproporcionado pero uno de ellos arriesgando su vida, le lleva un vaso de agua y además le ofrece su brazo para dirigirse a la calle.- Esto le trajo un sinfín de problemas a dicho guardián que salvó su propia vida de puro milagro.
Comienzan a escucharse los redobles de tambor en las calles. La guardia nacional está alerta en todos lados. Se interrumpe la circulación de carruajes. Una multitud se agolpa alrededor de la prisión de La Concergierie, la escalera de entrada del Palacio de Justicia está cubierto de curiosos, de obreros, los muchachitos han escalado a los techos.
La Reina se viste de blanco, camisola de piqué, pañoleta de muselina, sus mejores prendas. Dos cintas negras en su bonete blanco para señalar su luto de viuda.
Llega un comisario a leerle, de nuevo, la sentencia. Ella un poco impaciente, le dice: “Ya la conozco, ya me la leyeron”.- Pero el comisario dice: “Tengo órdenes de leérsela de nuevo” Y no le queda más remedio a la Reina que escucharla una vez más. Un detalle humillante más, la fecha corresponde al día de la vaca, en el abominable calendario revolucionario.
Ella misma se corta sus cabellos. Extenuada, transida, pues hace frío, se tiende sobre su colchoneta y envolviéndose los pies con una cobija, dormita por unos instantes.
La despierta la entrada de un cura constitucional de Saint Landry, un tal Girard que viene a ofrecerle sus servicios espirituales. Ella le agradece pero no acepta su ministerio, pero consiente que la acompañe al patíbulo. Se dice que Rosalía pudo conseguir a un sacerdote Católico Romano para que administrara a la Reina sus servicios espirituales.
A las 11 horas, ella es conducida a la oficina de la secretaría de la prisión. El verdugo Charles-Henri Sansón, le ata las manos hacia atrás. Después, entre dos filas de gendarmes, ella sale a la calle.
Delante, ve una carreta de madera en las peores condiciones tirada por un caballo de trabajo, en la que será conducida a la Plaza de la Revolución (hoy Plaza de la Concorde), la Reina hace un movimiento hacia atrás como no aceptando subir a la carreta.- Al Rey se le tuvo la consideración de transportarlo en un carruaje.
María Antonieta se resigna, sube y toma asiento en uno de los bancos, el cura se coloca a un lado de ella en ropa civil.- El verdugo Sansón y su ayudante mantienen una posición y actitud respetuosas.
Cuando la carreta se pone en marcha, entre las filas de la guardia nacional, la turbamulta calla. Los primeros clamores, los primeros insultos comienzan en la calle de Saint-Honoré.- Inmóvil, la cabeza en alto, las mejillas con rubor por la fiebre, los ojos enrojecidos, las cejas inmóviles, la Reina parece estar hecha de cera. El gran martirio la ha aletargado. Pálida pero siempre Reina.
Delante, montando un caballo y con un megáfono en la mano, va un actor cómico de apellido Grammont, en calidad de ayudante de la guardia nacional, azuzando al pueblo para que la insulte, diciendo: “¡¡Si amigos, esta es la Mesalina, la pecadora, la culpable de los sufrimientos del pueblo de Francia, la traidora!!”.- Ese cómico se distinguió en Versalles en la más que cobarde masacre de los prisioneros de Orleáns, hazaña que el coronó bebiendo en el cráneo de una de sus víctimas. Esto lo presumía a los cuatro vientos.-
Mientras, a un lado del Oratorio, ella mira a un niño en los brazos de su madre que le ha mandado un beso. Ella intenta sonreir pero le ganan las lágrimas. Fue la única vez que lloró en su trayecto a la guillotina.- En sus ropajes blancos, algo arrugados, parece una mujer mayor.- Por supuesto que el viaje lo alargan lo más que pueden para que reciba ella la mayor cantidad de insultos y burlas.
El día es gris. Rebotando en los hoyancos de la calle, la carreta camina lentamente en el canal rodeado por la chusma que de vez en cuando crece y canta.
La Plaza de la Revolución está erizada de bayonetas. La terraza del Palacio de las Tullerías está repleta de mirones. La Reina dirige sus ojos, un instante, hacia el jardín del Palacio, después aparta la mirada. Esto visiblemente la ha emocionado y parece querer llorar y su rostro se colorea.- Al pie de la guillotina, se alista la navaja.
La Reina desciende rápidamente de la carreta, sin pedir ayuda, y sube ligera la pequeña escalera hacia el patíbulo. En su prisa, pisó al verdugo, ella le dice muy amablemente y visiblemente apenada: “Perdóneme usted, señor, no fue mi intención”.
El cura que la acompañaba le recomienda: “¡Señora, tened valor!.- A lo que ella responde: “¿Valor? ¡Ay, señor! ¡Hace años que hice el aprendizaje, y justo en el momento en que mis males van a terminar, tenga la seguridad de que no me va a faltar!”
Ella coopera con a los preparativos. A las 12 horas con quince minutos, cae la navaja. Contaron testigos presenciales que la Reina se desmayó al escuchar el ruido de la navaja que caía. Según el rito revolucionario, su cabeza, cuyos ojos parpadean todavía, es presentada por Sansón al pueblo, cuya mayoría calla y se escuchan muy débiles e inseguros unos cuantos gritos de ¡Viva la República!
La turbamulta se va retirando despacio en un pesado, muy pesado silencio sintiéndose en el aire una profunda emoción y respeto. Ese mismo día, sus restos son enviados al cementerio de La Madeleine. Su cabeza es colocada entre sus piernas. Como era hora de ir a comer, los enterradores dejan su cuerpo sin sepultar por unas horas y aprovecha la artista Madame Tussaud para sacar la máscara mortuoria de la Reina. El féretro de madera corriente costó a la nación, únicamente seis libras. Dicho féretro fue rellenado con cal viva para la desintegración del cadáver igual que hicieron con el del Rey.
¿Y ustedes creían que aquí se acababa la salvaje, inhumana y depravada crueldad contra la Reina? Figura de la madre y la esposa leal. ¡Ah, no! A los gusanos y repugnantes desquiciados Acelerados, el martirio de años, el infame proceso de la Reina y su amarga muerte no les eran suficientes para su sed de villanía, los Acelerados fueron por mucho más. No les bastó a estos hombres castrados sicológicamente (misóginos) derramar la sangre de los Habsburgo del Imperio Austro-Húngaro.- Y se despachan con la cuchara grande:Esa misma noche, se lleva a cabo el decreto de la Convention Nationale, a instancias del tal Barrére, la profanación de la tumba del primer hijo varón de María Antonieta, el Primer Delfín, Luis Xavier José, sacando sus despojos mortales de su tumba en Saint Denis. La profanación se extendió a todas las tumbas reales y el saqueo de piezas antiquísimas de la Basílica.-
El Primer Delfín había fallecido a la edad de 8 años, en junio 4 de 1789, de dolorosa enfermedad. Es muy probable que su muerte haya contribuído, así como la de la hija más pequeña Sofia Beatriz, a nublar los sentidos de sus padres, cosa que no les permitió reaccionar debidamente para poder neutralizar a los asesinos y desquiciados que se apoderaron de Francia.
También, esa misma noche, por órdenes de los Acelerados, se abusa de la dignidad del pequeño Luis Carlos, ya Rey  legítimo de Francia, embriagándolo y jugándolo como "punching bag" por los guardias del Temple. Estos actos son indicadores de mentes psicópatas y más que retorcidas de esos demonios.
El bestial asesino Robespierre declaró que: “La muerte de María Antonieta era un homenaje a la igualdad y a la libertad, estos dos grandes principios, caros a los hombres libres, habiendo recibido ese 16 de octubre un clamoroso homenaje”.
Y además en su asqueroso pasquín, "Pére Duchesne", o "Papá Duchesne", el calumniador Jacques Hébert, expresa su: “Más grande alegría después de haber visto con sus propios ojos la cabeza de la Señora Veto, separada de su cuello de grulla y su gran cólera contra los abogados del diablo que se atrevieron a defender la causa de este monstruo...” Ese maldito gusano se enorgullece de pertenecer a los auto-llamados e hipócritas Defensores de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, de su hipócrita lema de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. (Después nos encargaremos de los merecidos finales de estos repugnantes fulanos).-

¿¿Ustedes creen, ahora, que Luis Carlos, ya Luis XVII, haya muerto de enfermedad??

En todo el mundo civilizado conforme se fue conociendo la noticia del asesinato de la Reina, se escuchó el gran clamor de las potencias y los pueblos con conciencia:

 

EL ASESINATO DE LA REINA MARIA ANTONIETA
HA LLENADO DE OPROBIO A FRANCIA Y
HA DESHONRADO A LA REVOLUCION.



¡Dios tenga en Su gloria a la Reina Mártir, María Antonieta!


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lunes, octubre 15, 2007

EL PROCESO DE LA REINA MARIA ANTONIETA.- Octubre 15, 1793.

En piezas anteriores hemos visto como la Reina María Antonieta después de una horrible cadena de sufrimientos por haber perdido a su madre, la Emperatriz de Austria, María Teresa, su hijo mayor, el Primer Delfín, Luis Javier Jose, su hija menor Sofía Beatriz, a su muy querida y leal amiga, la Princesa de Lamballe, ésta última a manos de la infame turbamulta, asesinato que dio comienzo a las espantosas masacres de septiembre en 1792, el vil, injusto e ilegal asesinato de su esposo, el Rey Luis XVI, la cruel separación de su hijo Luis Carlos del modo más brutal, fue enviada a la prisión de La Concergierie.
Al abandonar la celda que ocupaba en el Temple, como ella era alta, se golpeó la frente contra una viga, uno de los guardias le preguntó: ¿Se lastimó usted? Respondiendo ella: “No, con todo lo que he sufrido, ya nada puede lastimarme..”
A su llegada La Concergierie, antesala del patíbulo, el 2 de agosto de 1793, se le colocó en una celda muy húmeda y maloliente.
Para su suerte, le fueron asignados para su vigilancia y servicio una joven mujer de nombre Rosalía Lamorliére y el matrimonio de apellido Richard. Además, fue encargada de vigilarla otra mujer la Sra. Harel, cuyo marido trabajaba para la Policía Secreta, y ella misma estaba ahí para servir de espia y delatora.
A los cuatros días de instalada la Reina, en esa maloliente celda, llegaron los funcionarios de la Comuna para decomisarle un pequeño reloj que María Antonieta había traído consigo desde Austria y que le fue regalado en la ya lejana época de sus 13 años, al convertirse en la prometida del entonces Delfín de la Corona Francesa. El pequeño reloj ella lo había colocado pendiendo de un clavo en una de las paredes de la fría celda.
Le apostaron guardias las 24 horas del día y ellos fumaban todo el tiempo dentro de la celda. La Reina nunca se quejó hasta que se dieron cuenta de que ella tenía los ojos enrojecidos e inflamados y sufria de fuertes dolores de cabeza y ellos, sin que se les pidiera, dejaron de fumar.
La Reina, aún prisionera, se ganaba la simpatía de todos los que la rodeaban.
La Sra. Richard, conserje, tenía un pequeño hijo entre siete y ocho años de edad, de ojos azules y rizos dorados. Le decían cariñosamente Fanfan. Pensando ayudar a la Reina a distraerse un poco, le lleva el niño. La Reina lo tomó en sus brazos, lo cubrió de besos. En un instante todo cambió, María Antonieta estalla en sollozos. Le dolió profundamente el recuerdo de su hijo arrancado de sus brazos.- La Sra. Richard se prometió no llevar más al niño para no lastimar con el recuerdo de su hijo, Luis Carlos, a la Reina.
Mientras tanto la insalubridad de la celda hacía estragos físicos en la Reina, cada día perdía más peso, tanto que llegó a presentar una delgadez extrema. Además sufría de fuertes hemorragias todo el tiempo. Sin contar con ninguna atención, Rosalía hacia grandes esfuerzos para poder ayudar a la Reina en sus mínimas y más básicas necesidades, al grado de sacrificar sus prendas para atender dichas hemorragias.
Se dice que la Reina sufría de cáncer de la matriz, esto significa que de no haber sido asesinada, no hubiera durado más que unos cuantos meses.
Había mujeres en otras salas que le enviaban con mucho afecto, fruta y pan. Algunos guardias le ofrecían flores. Todos estos actos eran heroicos, pues arriesgaban sus cabezas.
El 14 de octubre la Reina fue avisada que de que enfrentaría un proceso en su contra en el Tribunal Revolucionario.
El asco de Danton (el moderado, que diseñó y ordenó las masacres de septiembre de 1792), Carrier (el que diseñó y llevó a cabo con sus huestes los ahogamientos en masa y las “bodas republicanas”, y “baterías nacionales” en Nantes) crearon el tribunal revolucionario ante el que María Antonieta sería enviada.
Los componentes del jurado fueron nombrados por la Convención, eran funcionarios pagados a razón de 18 libras por día y que debían opinar en voz alta. Estos ya estaban advertidos que si de mala suerte dieran un día una opinión contraria, ellos mismos serían guillotinados.
Danton recalca el objetivo de la institución: " Este tribunal debe suplir al tribunal supremo de la venganza del pueblo”.- ¡Fíjense, nada más! ¡Estos asquerosos son todavía objeto de “respeto, ejemplo y culto” en nuestros días!
Lo bueno es que ese mismo tribunal fue el que decidió el aguillotinamiento del propio Danton.
Él diría entonces: ¡Fuí yo el que mandó establecer ese tribunal para que fuera nada menos que la balanza del mundo!
15 DE OCTUBRE DE 1793


El acusador público, es decir, el fiscal era un antiguo procurador en Chatelet, Antonie Quentin Foucquier-Tinville. En los tiempos de la monarquía este asco de fulano se había distinguido por su celo a la gloria del rey lo que el traducía poéticamente en baladas y pequeños versos.
La Viuda Capeto, como llamaban a María Antonieta, es acusada de:
1.- En complicidad con los hermanos de Luis Capeto y su infame ex ministro Calonne, de haber dilapidado pavorosamente las finanzas de Francia – fruto del sudor del pueblo – y de haber hecho pasar sumas incalculables al Emperador (hermano de la Reina) y de haber dispuesto del tesoro nacional.
2.- De tener, tanto ella como sus agentes contra-revolucionarios, tenido inteligencia y correspondencia con los enemigos de la República, de haber informado y de hacer informar a esos mismos enemigos los planes de campaña y de los ataques convenidos contra el consejo
3.- De haber, por sus intrigas, maniobrado ella y sus agentes, tramado conspiraciones y complots contra la seguridad nacional y exterior de Francia y de haber, a cierto efecto, alentado la guerra civil en diversos puntos de la República y armado a los ciudadanos unos contra otros.
4.- De haber, para cumplir mas prontamente entre sus proyectos contra-revolucionarios, organizado, gracias a sus agentes, en París y a sus alrededores, los primeros días de octubre de 1789, una acción que ha dado lugar a una nueva insurrección después de la que una turbamulta innumerable de ciudadanos y ciudadanas se trasladaron a Versalles.
Pero todavía mas grotescos que la lectura de todos estos infundios fue la rendición de los testimonios por parte de gentuza contra la Reina:
Una cocinera, la hija de Reine Millot, recuenta que en 1788, una día que se encontraba en servicio en Versalles, ella entendió que el Conde de Coigny “que en ese momento estaba de buen humor” dijo que la Reina había pasados doscientos millones a su hermano el Emperador de Austria para que hiciera la guerra a los Turcos.
Esta misma Millot dio otro testimonio no menos grave que la primera: “Yo me enteré, por diferentes personajes que la acusada (María Antonieta) habia concebido el deseo de asesinar al Duque de Orleáns. El Rey, que se enteró de ello, ordena que la Reina sea encerrada. Después de esto, se le encuentran dos pequeñas pistolas. Después la hizo encerrar en sus apartamentos durante quince días”.
¿Pueden imaginarse a María Antonieta asesinando a balazos al Duque de Orleáns en el mismo Palacio de Versalles y el Rey, encontrándole las pistoletas, la consigna por 15 dias en sus apartamentos?
Un ilustre desconocido, un tal Labenette, declara que tres individuos fueron a buscarlo para asesinarlo por órdenes de la Reina. Fouquier-Tinville considera este testimonio de una gran importancia.
También fue verdaderamente sorprendente que un campesino viniera a declarar que la Reina había ordenado dispararle al sol para hacer que las siembras de trigo no maduraran.
Fouquier-Tinville fue secundado dignamente por los delegados de la Comuna; Pache, alcalde de París, Chaumette, síndico procurador, Hébert (el gusano difamador) y al asqueroso y cobarde pintor David. El crimen de estos hombres y sus superiores es tan grande que es igual de difícil de expresar.
Corromper a un niño para destruir su salud, pues de la corrupción sigue la gangrena, hacer las más espantosas acusaciones contra su madre, no contentos con hacerla insultar de parte de su hijo, un niño de 8 años, al que doblegaron a golpes y de copas de alcohol, repetir la atroz calumnia a plena luz del tribunal con tal de conseguir el pretexto para decapitarla y mancharla de oprobio. No se creia posible que tales infamias fueran humanamente posibles; pero sí se cometieron. (Ver entrada anterior "La Máxima Villanía contra Maria Antonieta y Luis Carlos).
Hermann designa los abogados defensores de oficio de la Reina, Chaveau-Lagarde y Tronçon-Ducoudray. Fueron avisados apenas el 14 de octubre de 1793. Chaveau-Lagarde estaba fuera de la ciudad. La Reina, por consejo de la defensa, solicita tres días para prepararse y la respuesta del Tribunal es que los debates tienen que comenzar el día 15 de octubre a las ocho horas de la mañana y durarán, sin interrupción, justo hasta las cuatro de la mañana del siguiente día.-Salvo por un instante, se continuarán por más de 20 horas.
La Reina llegó extenuada, por las privaciones de meses y una salud comprometida por las hemorragias y agotada moralmente. ¿Quién no podía estar tan destruido por tantas y tantas torturas?
Con esa pasión sobrehumana, débil por la pérdida continua de sangre, sin reposo, sin alimentarse, la Reina debe controlarse, no abandonarse un solo instante, sostener sus desfallecidas fuerzas, dominar los gestos de su rostro y remontar su naturaleza. La chusma espectadora exigía a cada momento que ella se levantara del banquillo para verla mejor.
Ella pregunta: ¿Es que el pueblo obtendrá algún beneficio de mis fatigas?
Una relacion del proceso publicada en esa época manifiesta que Maria Antonieta se muestra: una pobre mujer agotada y que se siente atrapada por la muerte, la que se presenta, espantosamente, delante de ella; “una pobre mujer abandonada, que defiende su vida con una energía instintiva que no sueña declinar la competencia de sus jueces, sino mas bien a doblarlos, a desarmarlos, a convencerlos”.
Para su comparecencia ante el Tribunal, ella viste de luto. Ella iba vestida lo mejor que podia con la ropa más humilde que le habian dado: su pequeño bonete bordado con un adorno plisado, un bonete de mujer del pueblo, un bonete de viuda que le habia confeccionado Rosalía.
Un empleado del tribunal abre un pequeño paquete que María Antonieta conservaba: Son guedejas de cabellos.- Dice ella: “Son de mis hijos, vivos y muertos, y de mi esposo”. Luego: Un papel con cifras; contesta la Reina, “Es una tabla para enseñar a contar a mi hijo”, continuan mostrando un espejito, una miniatura de la Princesa de Lamballe y un pedazo de tela con un Sagrado Corazón bordado.- Ante lo que Fouquier señala: “Este es un símbolo contra-revolucionario”.-
La Reina responde al Presidente que la acusa de haber querido subir al trono sobre los cadáveres de los patriotas:
-Yo sólo he deseado el bien para Francia, que sea la más afortunada, con eso yo soy feliz.
Hébert, el calumniador, elegante y perfumado, lanza aquí las sucias acusaciones junto con Chaumette y David. Hébert denuncia la ignominia con un tono artístico con expresiones rebuscadas. La Reina guardó silencio ante esta infame acusación y solo miraba la orilla de su vestido. Hermann, a todas luces disgustado por esta perversidad, no osaba preguntarle a la Reina sobre eso. Hébert insistió sobre la “depravación” del pequeño Luis Carlos.- La Reina estaba de pie, los ojos fijos, la cabeza derecha, ni un solo músculo de su cara se movía.
Exasperado por tanta dignidad, uno de los jurados interpela a la acusada:
-Si yo no respondo, dice la Reina, es que la naturaleza se niega a responder una acusación tal hecha a una madre. Yo apelo a todas las madres aquí presentes.-
La voz aunque débil y cansada, vibra y por primera vez entre la angustia de la audiencia, saltan las lágrimas a sus mejillas. Delante de este grito sublime, una corriente magnética pasa entre los asistentes. Toda la audiencia le aplaude. Muchas mujeres se desvanecieron de la emoción. La voz nasal del Presidente Hermann amenaza con evacuar la sala.
El repugnante Fouquier pronuncia su requisitoria:
“No contenta con haber hecho en complicidad con los hermanos de Luis Capeto y el infame Calonne, entonces ministro de Finanzas, de haber dilapidado de manera espantos las finanzas de Francia, para satisfacer sus desordenados placeres y pagarle a los agentes por sus criminales intrigas...Los Suizos, en los mismos tiempos en que ella los animaba a confeccionar sus cartuchos y morder las balas... En fin, inmoral sobre todo por los informes y una nueva Agripina, tan perversa con todos los crímenes que olvidando su calidad de madre, y los límites prescritos por las leyes de la naturaleza, la Viuda Capeto no pudo sustraerse, con Luis Capeto, su hijo, y por confesión de éste último, a sus indecencias cuya idea y el nombre nos hacen temblar de horror”.
Se les dieron 15 minutos para preparar la defensa a los abogados de la Reina, quienes hablaron con emoción y con valor. En cuanto terminaron, fueron arrestados por ordenes de los miembros del Comité de Seguridad Pública. No se permitió se publicaran sus intervenciones.
Durante los debates, entre los asistentes reinaba la opinión de que la Reina sería deportada. La gente creía que el jurado no daría crédito a los “testimonios”. Reinaba una bruma de otoño, fría, húmeda y con un cielo gris. Entre los varios emisarios del Club de los Jacobinos y de la Comuna de París se asomó la horrible faz de Ducatel, ahora inspector de las prisiones. Este causaba terror entre los mismos pues él fue el asqueroso asesino que mató a martillazos a la dulce Princesa de Lamballe el 3 de septiembre de 1792.
María Antonieta fue condenada a muerte por unanimidad.
Los jurados daban su opinión, uno después del otro, en voz alta. Cada uno sabia que si se pronunciaba diferente, el mismo se exponía a ser guillotinado. De tal modo que se puede decir que la condena fue pronunciada con conocimiento de causa.
La lectura de la condena a muerte encuentra a la Reina tranquila, inmóvil. Ella desciende de su banquillo con la cabeza en alto, ella misma abre la balaustrada y con paso ágil y majestuoso atraviesa la sala como si no viera ni entendiera nada, escribe el abogado Chauveau-Lagarde.
La sesión se levantó a las cuatro horas de la mañana del 16 de octubre de 1793.
La multitud de espectadores se retira, pensativa, silenciosa, como ausente. Los más fanáticos se sienten con el corazón oprimido.

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viernes, octubre 12, 2007

INTENTOS DE RESCATE DE LA REINA MARIA ANTONIETA

CABALLERO DE JARJAYES (CHEVALIER DE JARJAYES)
La Reina María Antonieta en compañía de su cuñada, Madame Elisabeth, la princesa Madame Royale y Luis Carlos (ya proclamado Rey desde el 21 de enero de 1793) todavía en la fortaleza del Temple, fue objeto de un intento de rescate por parte del Caballero de Jarjayes.
El nombre completo era François Augustin Reynier Pélisson, Caballero y Conde de Jarjayes (1745-1822).
Un funcionario municipal, de apellido Toulan, por medio de una nota de parte de la Reina, hace contacto con Jarjayes y trazan un audaz plan. Se esconderán uniformes de comisarios municipales en la Torre, la Reina y Madame Elisabeth se los pondrán el día en que Toulan esté de guardia junto con su colega Lepitre, monarquista de corazón como él. Un falso empleado de intendencia vendrá a encender las farolas, los niños (Madame Royale y Luis Carlos) disfrazados como si fueran sus familiares, serán sacados de ahí. Todo estaba listo. Toulan le facilitó la entrada al Temple, a Jarjayes, quien, habiendo hablado con la Reina, puso todos los fondos necesarios.
Se procuraron las diligencias y los pasaportes: los fugitivos debían alcanzar Normandía y de ahí saldrían a Inglaterra. Pero Toulan fue denunciado a la Comuna y el proyecto fue abortado. María Antonieta pudo haber huído sola, pero ella se negó, vio peligrar la suerte de sus hijos: “El interés de mi hijo es lo único que me guía, escribió ella en secreto a Jarjayes y a cualquier hora buena que yo pueda salir de aquí, yo no puedo consentir separarme de él”.
A partir de ese día, el gusano “periodista” difamador Hébert pone en práctica una inspección muy rigurosa cada noche en el Temple.- Se les quitan sus últimos objetos personales de recuerdos a los prisioneros.

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EL BARON JEAN DE BATZ
El Baron Jean de Batz nacido en el seno de una familia noble en Gasconia, Francia el 26 de diciembre de 1760, se enroló en el ejército a la edad de 14 años, siendo ascendido a coronel en 1787. Durante el reinado del Rey Luis XVI se ocupó en las finanzas e hizo una gran fortuna. Fue enviado a los Estados Generales de 1789 y desde 1793 fue miembro de cada una de las sucesivas asambleas nacionales revolucionarias y estuvo en el Comité de Finanzas.
Emigró por breve tiempo en 1792 y regresó a Francia para trabajar en contra de la Revolución. Ideó un plan para salvar al Rey en su camino a la guillotina en enero de 1793 pero le fue imposible llevarlo a cabo, trabajó mucho para organizar los disturbios contra la Convención en marzo.
Mientras el bestial Robespierre seguía acumulando un poder como hacia tiempo no detentaba nadie, una fuerza oculta, la de otro actor, esta ahí, que viene en contra de todos los proyectos de la Convención, es decir, en contra de Robespierre. Un hombre misterioso, monarquista convencido, será responsable de todos los movimientos para sembrar la cizaña y el odio entre los mismos revolucionarios. Fue él quien instigó la ley de Maximum tan funesta para el régimen. Este terrible vengador de la sombra es el Barón Juan de Batz.
Con toda probabilidad fue él quien organizó ocho meses antes, el asesinato de Le Peletier de Saint Fargeau, este anciano aristócrata que había votado a favor de la muerte del Rey Luis XVI. Por este acto, el Barón de Batz les envió una muy clara señal a todos los aristócratas que habían hecho lo mismo.- Se le nombrará a sus intervenciones “una conjura del extranjero”, pues no se podía adivinar de donde venían los golpes. En realidad la Convención les ocultó a los Descalzonados (Sans-Culottes) la importancia que había puesto este hombre en sobornar a los auténticos revolucionarios. Ellos no habrían podido jamás admitir que sus ídolos pudieran ser comprados por un monarquista. Se tenía la sensación de que una mano misteriosa escondida en la oscuridad manejaba los hilos. Este justiciero oculto en la sombra era considerado como el vengador implacable de la Familia Real. Utilizando las mismas armas de sus enemigos, este hombre invisible va a dirigir un combate encarnizado, cruel y sin errores contra Robespierre y la Convención.- Todavía se preguntan hoy como un personaje investido de tal poder ha podido vivir en la sombra durante la historia del Terror. El fue el empresario oculto de la Revolución. Debido a los tremendos golpes que él asestará indirectamente y por personas intermediarias, en un año, todos los “GENIOS DE LA REVOLUCION” habrán desaparecido.
Dueño de considerables sumas de dinero, el Barón de Batz va a montar una asombrosa organización anti-revolucionaria en la que colaborarán los aristócratas, los eclesiásticos y sobre todo los hombres del pueblo.
Dos de sus hombres de confianza ejecutaron sus planes. Uno de ellos un gran señor de nacionalidad Sueca, el Conde Hans Axel von Fersen, admirador de siempre de la Reina: el otro, visiblemente igual de rendido admirador de ella, el Caballero Alejandro de Rougeville. El primero estará muy lejos como para lograr mayor eficacia pero el segundo, dotado de un valor físico fuera de lo común, lanzará sobre este París del Terror una acción que lo hará entrar en la leyenda y en quien Alejandro Dumas se inspirará para hacer un héroe de novela (El Caballero de la Mansión Roja).-
El Barón de Batz, siempre imposible de atrapar, traza entonces un proyecto maquiavélico: no habiendo podido salvar al Rey Luis XVI en el camino a la guillotina, el sabía que no podía combatir a los revolucionarios de frente. Gracias a sus millones, él se convertirá en el pivote de la Revolución al comprar a precio de oro a los principales responsables de las facciones de la Asamblea. El va a desestabilizar al conjunto de la Convención. Mientras, él da instrucciones a Rougeville de sacar a la Reina de la prisión de la Conciergerie. La empresa parece imposible. Pero comprará a todos: a los administradores de la policía, a los miembros del Comité de Seguridad General y al Comité de Salud Pública, guardias, conserjes, a los mismos gendarmes. Rougeville no será ayudado en su empresa “ni por los condes, ni por los duques, ni por los generales, sino por cuatro peluqueros, dos comerciantes de especias, dos carniceros, dos guardias de seguridad, dos cerrajeros, tres pasteleros, dos comerciantes de vino, dos albañiles, un limonero, un vendedor de ropa, un pintor de bastimento, un jardinero y un rallador de tabaco. Este intento de rescate será conocido como "La Conspiración de los Peluqueros".
Junto con un grupo cosmopolita de financieros estaban empeñados, en operaciones oscuras, para desacreditar a la República y para captar fondos para los monarquistas. Una cantidad de diputados de la Convención estaban implicados con ellos en un marco fraudulento para ganar dinero en las acciones de la French India Company.
Después de descubrir las maniobras de Batz, la Convención ofreció una recompensa por él, vivo o muerto y ejecutó a 55 de sus socios (junio de 1794). Arrestado por participar en el levantamiento de octubre de 1795, Batz se las ingenió para lograr su libertad. A partir de ahí vivió en el retiro en su hacienda en Chadieu. Fue honrado con el título de Caballero por su heroísmo después de la Restauración de la monarquía de los Borbón en 18150.
El Barón fue un hombre que supo ver, encontrar y explotar el punto débil de la Revolución: La Corrupción. El quería salvar al precio que fuera a su Rey, a su Reina y al Delfín.- Murió en Chadieu el 10 de enero de 1822.
Intento de Rescate en El Temple
El Barón Jean de Batz, un día, ayudado por el funcionario municipal Michonis y de un hombre de apellido Cortey, capitán de la guardia nacional, se introdujo al Temple, ese día Michonis estaba de guardia en la Torre. Las princesas vestidas con capas de uniforme de guardias, debían salir cargando armas con el Delfín Luis Carlos en medio de una patrulla conducida por Cortey. A las once horas de la noche, parecía el momento ideal. Pero, advertida por un anónimo (sin duda de parte del matrimonio Tison, espías colocados en el Temple) la Comuna envía a uno de sus miembros, el zapatero Simón, e invita a Michonis a que se presente en el Ayuntamiento. A Michonis no le queda más remedio que obedecer, Batz se retira, el complot es abortado.

Intento Rescate en La Concergierie o El Caso de la Conspiración del Clavel
El Barón de Batz ha prometido una recompensa de un millón a quien salve a la Reina. Un aventurero que parecía haber estado en el primer asalto de la chusma al Palacio de las Tullerías el 20 de junio para defender a la familia Real, Alejandro de Rougeville, gracias de nuevo a Michonis, logra penetrar en la prisión de María Antonieta. Él le lanza un clavel que escondía entre sus pétalos un papel plegado. Ella consigue leer estas palabras: “Tengo a los hombres y el dinero”.- Ella le responde con la punta de un alfiler: “Me vigilan constantemente, no puedo hablar con nadie, yo me confío a usted, yo vendré”.
El mensaje es enviado a Gilbert, uno de los gendarmes de guardia. Rougeville, se reportó al otro dia por la mañana con Michonis, y arreglan con la Reina todos los detalles de la evasión, que se debe de efectuar del 2 al 3 de septiembre. El matrimonio Richard que trabajan de conserjes y la mujer del turno de día, Marie Harel están dentro del complot..
El asunto está ya listo. A la hora fijada, sin duda acompañada por Michonis y Rougeville, la Reina sale de su celda, atraviesa la pieza donde están los gendarmes, penetra en la portería del conserje, pasa por dos especies de taquillas. Sólo queda una reja por franquear y ella logrará llegar al patio central y después la calle. Ella será libre... pero, ¡ay!, en este preciso momento, presa de la ambición por querer recibir más dinero por su complicidad, Gilbert arresta a la fugitiva.
A pesar de sus súplicas, las promesas de los rescatistas, cuchicheadas en la noche, aunque el puesto de guardia está a sólo dos pasos, él se niega obstinadamente a dejarla pasar la reja. La infortunada María Antonieta ve hundirse su última oportunidad de salvación. Michonis y Rougeville salen y el gendarme lleva de regreso a la Reina a su celda. Por lo menos éste podría guardar silencio, pero al alzar la voz en la discusión la tentativa de fuga es descubierta y denuncia a los otros dos ganando tiempo para no ser denunciado. En un reporte a su Coronel, el revela el Asunto del Clavel y compromete a Rougeville y a Michonis.
El primero logra huir, pero Michonis es arrestado. Dos miembros del Comité de Seguridad Nacional, interrogan a María Antonieta. Al hacerle preguntas, ella responde con evasivas, cuidando de no incriminar a nadie. El matrimonio Richard es despedido de la Conserjería y puesto en prisión.
Michonis que se defiende bien, no es condenado por el Tribunal Revolucionario. Más tarde se unirá a los “Camisas Rojas” y será incluido en la carnicería del 29 prairial.
El arrojo, inteligencia, audacia, lealtad y simpatía que caracterizaron al Barón de Batz fueron la fuente de inspiración de los héroes de novela como Pimpinela Escarlata, El Zorro y muchos más.

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lunes, octubre 08, 2007

LA MAXIMA VILLANIA CONTRA MARIA ANTONIETA Y LUIS CARLOS

OCTUBRE 6 DE 1793.-
Los testigos de los espantosos sucesos de la época de la Revolución Francesa vieron desfilar ante sus ojos y otros recibieron los recuentos de eventos tan sin razón pero que cada día conllevaban mayor crueldad.
Cuando se examinan las verdaderas causas de tal hecho que rompió un orden, un fundamento que sostenía a todo un Continente, mismo que irradiaba sus influencias decisivas al mundo entero, es imposible de entender el irracional odio y la inhumana crueldad de los brutales y sanguinarios revolucionarios.
Ahora bien, no queda la más mínima duda que los misóginos, como bien lo indica este término de sicología (personas que le tienen terror a la mujer), tuvieron su máximo gozo cuando tuvieron, por fin, en sus manos, indefensa y sola, a la esposa de su Rey: María Antonieta.
Desde su llegada a Francia hasta su cobarde asesinato no pararon los ataques a su persona tanto de los cortesanos como de los misóginos de la burguesía que azuzaban y manipulaban al pueblo.
No sólo había sufrido ella, a lo largo de su vida todavía en el poder y el esplendor, las calumnias y despiadados ataques a su honor por parte de los periodistas de quinta, que hacen de la difamación su modus vivendi. Esto sucede cuando muchos abusivos y sinvergüenzas “comunicadores” con todas las ventajas manipulan el derecho a la libertad de expresión para convertirla, según les convenga, en libertinaje.
Porque claro que había libertad de expresión en esos días.- Libertad era lo que les sobraba, por eso llegaron a tantos excesos. Se lanzaron a morder y despedazar la mano que les daba de comer.
Insisto que el mismo Napoleón (que decía que sin la Revolución Francesa, su lugar en la historia hubiera sido imposible) afirmó: “Fue pura vanidad lo que produjo la Revolución Francesa, la libertad fue sólo un pretexto”. Y él bien que sabía de lo que hablaba.
Entre esos difamadores auto-llamados periodistas, estaba un azuzador de la opinión pública: un asqueroso tipo llamado Jacques Hébert, que tenía un pasquín sucio con el nombre de “Pére Duchesne” , Padre Duchesne o Papá Duchesne, por medio del cual él se cebaba en contra de la Reina, arrastrando su honor por el lodo con una bajeza sin medida. Unido a los Acelerados, este calumniador, pudo llegar a alturas impensables y ahí se mareó al cumplírsele su sueño dorado: Tener a Maria Antonieta y a Luis Carlos, solos e indefensos, en sus garras.
Siguiendo con el recuento de los últimos días de la Reina Mártir, Maria Antonieta, “La Infortunada”, como muchos la han llamado, presentamos aquí la MÁXIMA VILLANIA que urdió, burdamente, el repulsivo difamador periodista Hébert:
UTILIZAR AL PEQUEÑO LUIS CARLOS PARA CONDENAR A MUERTE A SU MADRE.- ¡ESTO NO TIENE NOMBRE!
Hasta el mismo sanguinario Robespierre quedó atónito al conocer esta asquerosa maquinación de tan repulsivo ente, pues comentó: “No se contenta Hébert con hacer de Maria Antonieta una Mesalina, sino que también la quiere convertir en una Agripina” (Agripina fue madre del cruel y demente emperador Romano Nerón. Ella fue asesinada por órdenes de él).
Narran varios historiadores que el zapatero remendón Antoine Simón que tenía a su cargo al pequeño Rey, contó que lo descubrió realizando “placer solitario” escandalizando esto al zapatero ante lo que se vió obligado a preguntarle quién le había enseñado esos “placeres”, ante lo cual, Luis Carlos, atemorizado respondió que “su mamá lo había enseñado”.- (Conociendo a esta caterva de canallas no se puede dar crédito a tal cosa).
El zapatero dio cuenta de este “crimen” de la Reina contra su hijo, al Comité de Seguridad Pública, situación que les allanó el camino para que el servil y abusivo fiscal Fouquier-Tinville procediera con la acusación, para lo cual Simón se las arregló para extraer de un niño de 8 años, solo, la repugnante declaración firmada por Luis Carlos, precisamente un 6 de octubre, pero de 1793 ante el Tribunal Revolucionario acusando a su madre y a su tía de haberlo “corrompido sexualmente”.
Por supuesto, que los Acelerados no contaban con una sola prueba política ni civil para condenar a la Reina a muerte, sin embargo, buscaban desesperadamente algo, lo que fuera, para poder asesinarla “legalmente”.
¡Qué cobardes!
Dicen los historiadores que después de haber urdido este plan, dudaron muchas veces, pero el 3 de octubre, Billaud-Varenne, a nombre del Comité, envió la orden a Fouquier Tinville de entablar la denuncia. La Comuna por supuesto que iba a ayudar. El Alcalde Pache, el Procurador Chaumette, su asistente Hébert y dos miembros del Consejo General (¡claro en pandilla! Solos no) se presentaron en el Temple y con la complicidad del maldito zapatero, abusaron de la indefensión de Luis Carlos.
En comparaciones que se han hecho con la firma que dicen que es de Luis Carlos y que aparece en esa acusación no se parece pero en nada a su firma en sus cuadernos de tareas que todavía se conservan. Esto nos indica que si es cierto que Luis Carlos firmó, o mejor dicho, lo hicieron firmar, en ese momento, estaba lleno de terror, pues su letra es completamente diferente de la que siempre había puesto en sus tareas.
Otras infamias que buscaban: Herir, todavía más, a María Antonieta, al ver que la condena a muerte tenía como origen la acusación de su hijo amado que no se cansaba de reafirmarle su amor cuando estaban juntos.
Llenar a la Reina del mayor oprobio ante la opinión pública no sólo de Francia sino del mundo como una degenerada que no había sabido respetar a su pequeño hijo.
Y esa villanía máxima de la bestia Hébert y sus repugnantes compinches perseguía un fin todavía más reprobable:
Tratar de hacer que el pequeño Luis Carlos apareciera ante la Humanidad por todos los siglos por venir como culpable de la muerte de su madre. Mancharlos a los dos para siempre.
Reflexionando sobre estas infamias, nos lleva a una conclusión de que Luis Carlos no pudo haber muerto de enfermedad, ya que de haber llegado a una edad adulta, lo lógico y justo hubiera sido que él hubiera buscado el castigo de estos animales.- A pesar de la promesa que el Rey Luis XVI le había pedido que mantuviera.
Esto nos indigna a tal grado que nos preguntamos ¿de qué materia estarían hechos los asquerosos revolucionarios? ¿Qué tanto miedo y terror les infundían ese niño y esa mujer? ¿Quién habrá podido parir a estos ascos bestiales? ¿Habrán sido humanos? ¿O engendros demoníacos con forma humana?
Los motivos de esta cobardía están más allá de nuestros alcances: Después de tantas humillaciones SIN RAZON Y SIN NECESIDAD, endilgarle a un pequeño de 8 años, al que esa jauría de canallas le habían asesinado a su padre y lo habían arrebatado violentamente de su madre, confinado, humillado, aislado de los suyos, negándole su libertad y su vida, querían todavía que ÉL CARGARA CON LAS CULPAS DE ESTAS BESTIAS SANGUINARIAS.
Ah, pero esto no paraba ahí, al siguiente día, el 4 de octubre, estos “valientes” revolucionarios, acompañados del malvado pintor David, a nombre del Comité de Seguridad General, intentaron obtener una declaración igual de Madame Royale. Ella, con 14 años de edad y un poco más de conciencia, se indignó y protestó. Igualmente trataron de extraerle un testimonio igual a Madame Elisabeth.
Ese día sacaron de su celda a Madame Royale para llevarla a otro lugar a interrogarla y tuvieron que pasar por la que habían confinado a Luis Carlos, los dos hermanos se encontraron y se abrazaron, por la última vez en sus vidas. El abrazo duró muy poco pues los guardias se encargaron de separarlos bruscamente.
Hay narraciones que dicen que la princesa le reclamó a Luis Carlos, esa declaración, llamándolo “Monstruo” . De ser esto último cierto y de ser la última vez que tuvo noticias de su madre, su hermana y su tía: ¿Cómo creen que haya vivido nuestro Sol Robado en su oscura soledad y martirio?
Apagado, eclipsado moral y emocionalmente hasta los momentos finales de su vida. ¿Era justo?
Esto nos lleva a una vorágine de sentimientos tan intensos y a miles de preguntas. Entre ellas, ésta:
¿Qué fue lo que hizo que estos seres perdieran toda traza de humanidad y respeto por un inocente? Es tan difícil aceptar que exista tanta maldad.
Afortunadamente, como se menciona antes, fue tan burda esta maquinación que nadie, pero nadie, ni ellos mismos la creyeron, pero aún así la dieron por buena en los documentos y fue lo que se utilizó para condenar a muerte a María Antonieta y a Madame Elisabeth, la hermana del Rey Luis XVI.
Antes de incluir parte del asqueroso y amañado proceso en contra de la Reina María Antonieta, relataremos los intentos de su rescate por el Caballero de Jarjayes y el Barón de Batz.

= Continuará =

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-Última imagen (perfil) del Rey en vida y en prisión ¡Qué personalidad tan fuerte irradiando autoridad y majestad!-

Attention English-Speaking visitors: This blog is entirely in Spanish as there is scarce, almost inexistent, information on this tragic real-life event in the Hispanic America: Legacy of the revolutionary governments that sprang up in so many countries in the Americas, inspired in the shameful and ominous French Revolution.-/////////////////////////////////// Tenemos que mencionar que nos llena enormemente de orgullo y nos honra al máximo recibir la visita de todas las universidades del mundo incluyendo las mas antiguas y de tantos y tantos eruditos y conocedores de estos acontecimientos. Ojala que muchos universitarios no se limiten a leer solamente una página, el blog entero es de ustedes.- Gracias